Todo deportista de élite se va a caracterizar por poseer una especie de “instinto especial” que, de un modo casi mágico, le permite estar en el lugar adecuado y en el momento preciso para lograr sus éxitos.
Sin embargo, también es muy frecuente que a lo largo de la vida profesional de estos ídolos de masas se produzcan periodos de “sequía”.
De repente, sin una causa aparente, su instinto parece desaparecer y pese a derrochar un mayor esfuerzo competición tras competición, el deportista empieza a ser incapaz de alcanzar resultados que anteriormente le eran sencillos de conseguir.
La duración de estos periodos suele ser muy variable, y al igual que sus consecuencias dependerá de un gran número de factores: el apoyo del entrenador, los seguidores, el club, el rendimiento del equipo… No obstante, en muchas ocasiones supone el final de la carrera profesional del deportista y unas pérdidas millonarias para su equipo.
Con toda probabilidad, ante la ausencia de alguna anomalía física, el factor desencadenante del problema no es otro que un “pensamiento”. Muchas veces una idea que surge ante una situación determinada, de la que el deportista ni tan siquiera es consciente, y que de un modo progresivo le va generando el bloqueo de sus capacidades.
Esa información, que se empieza a repetir de una forma continua dentro de nuestras cabezas, actúa de un modo similar al de un virus dentro de un equipo informático. Poco a poco, ante determinados contextos, la velocidad de pensamiento se va ralentizando, empiezan a surgir los primeros bloqueos, y todo ello derivará en los primeros miedos. A partir de aquí la probabilidad de caer en un proceso en espiral de pensamientos obsesivos comienza a ser muy elevada. Y en caso de producirse, supondrá importantes limitaciones para el deportista, que terminará con una sensación de desconfianza en sus propios recursos.
Lo más alentador de todo lo expuesto anteriormente es la simplicidad y la rapidez con la que se puede lograr la recuperación de ese “instinto perdido”, evitando así toda esa serie de situaciones desagradables. Basta para ello, la utilización de técnicas relativamente simples, encuadradas dentro de la Programación Neurolingüística y las terapias estratégicas.
Partiendo de la base de que las condiciones físicas del deportista siguiesen siendo óptimas y utilizando estas técnicas, el periodo de recuperación de su estado de máxima eficacia oscila entra las tres y las ocho semanas.